lunes, 28 de diciembre de 2009

El Horror tiene siempre la misma forma.



“Desperté y tuve que apartarme los pedazos de cadáveres de la cara para poder respirar”.

Aquella noche no había luna, y en las noches sin luna, al menos en este páramo, lo que menos te ha de preocupar es la falta de luz, la oscuridad, porque lo que realmente aterra es lo que habita en ella.

Formamos parte del Cuerpo de Vigilancia del Páramo, lo más parecido a agentes de la ley, más cerca de guarda bosques, que podemos encontrar en estos parajes dejados de la mano de Dios. Mi tío siempre dice precisamente eso, que si existe un Dios ahí arriba–y él siempre fue creyente- jamás ha bajado la mirada por aquí.

Intentamos que la última ronda del día, la que linda con el anochecer, se haga siempre antes de que la oscuridad sea completa, empezando por las villas más alejadas para que en caso de que nos alcance la noche lo haga lo más cerca posible de las luces del pueblo. Es un pueblo pequeño, minúsculo, una mota de polvo entre la inmensidad del bosque que lo rodea.

Nuestro compañero salió aquella noche más tarde de lo habitual, aún no sé por qué, todavía no está claro si se desvió de su ruta… o si algo le hizo retrasarse. Su comunicador dejó de emitir señal alguna y estuvimos buscándole durante horas. Lo encontraron desnudo y malherido, al borde de la inconsciencia en mitad de uno de los caminos del páramo. Ahora está aquí, en la Central, intentando explicar lo sucedido. Hay algo habitando en las sombras, siempre se dijo, hoy podemos confirmarlo.



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