jueves, 5 de marzo de 2009

Críticas: Max Payne


Hacer una película de un videojuego a veces es un rollo complicado y pesado, si para aprovechar el tirón popular de un Silent Hill o Resident Evil, entre muchos, tenemos que poner a un ejército de técnicos a pensar cómo trasladar con calidad todo un montón de monstruitos y fantoches a la pantalla de cine y que no desentone con actores reales.

Entiendo que en esos casos el resultado no sea del todo fiel al juego (no entiendo que Uwe Boll sodomizara Alone in the Dark a lo bestia, pero ese es otro cuento).

Por eso mismo me ha extrañado tanto ver que en la adaptación de Max Payne, un videojuego que ya parecía una película, uno de los más cinematográficos que haya jugado, y en el que no salen bichos ni ángeles ni coñas, se los pongan.

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