Críticas: Wishmaster
Mucho ha llovido desde aquel lejano 1997 en el que Wes Craven estaba empeñado en redirigir los designios del cine de Terror como ya hiciera en los ochenta, y tras pegar la campanada con su soberbia Scream (1996) -con la que revitalizaba el slasher de una manera que no ha encontrado su decadencia hasta nuestros días- se internaba en el terreno de un Terror más adulto, en apariencia, y ocupaba la silla esta vez de productor para poner en marcha la saga de Wishmaster.
Wishmaster es una película mucho más lúgubre, cruda y brutal que las de la trilogía adolescente Scream y pretendidamente más seria de lo que nos tenía acostumbrado el Craven de Pesadilla en Elm Street. Es un tipo de Terror más cercano a Candyman -de hecho agrada ver el cameo de Tony Todd-, muy al estilo Barker, donde la trama que envuelve al asesino/monstruo está mucho más elaborada y presentada que de costumbre, amparada en toda una mitología y en una serie de leyendas con cierta base verídica que Craven toma prestada de diversas culturas de la antigüedad.
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